El pasado mes de julio el precio mundial de los alimentos registró la mayor subida desde 2009. El azúcar se encareció un 12%, el trigo un 19% y el maíz un 23%, mientras el arroz y otros productos alimenticios se mantuvieron estables. Existen precedentes de lo que ocurre con las escaladas de precios en productos alimenticios básicos. Ocurrió en 2008 y 2011 y hubo grandes hambrunas en poblaciones enteras. La última acabó con la vida de más de 50.000 personas en el Cuerno de África.
La materia prima utilizada por fabricar bioetanol puede servir también para elaborar alimentos. Es lo que ocurre con el maíz, el trigo y la caña de azúcar. Los materiales más rentables son, por este orden, caña de azúcar, maíz y trigo. Pero su uso no depende exclusivamente de la rentabilidad del proceso, sino de la disponibilidad de materias primas en cada país. Brasil es el primer productor mundial de bioetanol a partir de caña de azúcar, Estados Unidos lidera esta producción a partir de maíz. En España básicamente utilizamos trigo.
Uno se pregunta hasta que punto los precios de los alimentos y la producción de bioetanol están relacionados. ¿Fabricar etanol es la causa principal del encarecimiento de alimentos? La respuesta es negativa, pero con matices. Las causas son atribuibles a la sequía en Estados Unidos, los problemas de producción de Rusia y las lluvias fuera de temporada en Brasil. Pero el creciente uso de materiales utilizables como alimentos para fabricar bioetanol también ha tenido su contribución. Sólo en los EE. UU. el 40% de las reservas de trigo van a bioetanol.
Oxfam ha advertido que la subida del precio de los alimentos puede poner en peligro la seguridad alimentaria de alrededor de 1.000 millones de habitantes de países que no son capaces de autoabastecerse. Al propio tiempo, esta ONG aboga por moderar la producción de bioetanol. ¿Es esto viable? ¿Hay que dejar hacer al mercado sin ninguna intervención?
La verdad es que el bioetanol se presenta muy apetecible como sustituto, al menos parcial, del petróleo. Actualmente – y está en vías de mejora – el etanol es susceptible de mezclarse con gasolina y llegar a reducir su consumo en un 15% para obtener el mismo resultado energético y con un coste inferior con los actuales precios del petróleo. Además la combustión de etanol produce únicamente bióxido de carbono y agua, lo cual lo hace ecológicamente muy deseable.
Pero, ¿qué ocurriría si el precio del petróleo subiera a 150 dólares por barril o más desde los 100 dólares actuales? Este escenario ya ocurrió entre 2007 y 2008, cuando el petróleo rondó los 145 dólares. Aumentó el uso de etanol – fenómeno fácilmente predecible por la teoría económica – y, junto a condiciones meteorológicas adversas y políticas restrictivas, el precio de los alimentos subió dramáticamente, con la consiguiente hambruna de 2008. Un problema ético que se puede repetir ahora, o en el futuro. Bien está producir bioetanol, pero con orden. El problema reclama liderazgo y medidas a nivel mundial, no sólo libre mercado. El mercado es eficiente y, en modo alguno estoy en contra, pero tiene sus límites. Los pobres tienen escasos “votos monetarios” para decidir qué se debe producir.