Por: Agustín Domingo Moratalla
“Los miembros del Comité de Ética del Hospital Clínico de Valencia no podíamos imaginarnos la favorable acogida que recibiría dedicar el pasado jueves 27 la VI Jornada Autonómica de Bioética al tema de la salud mental. En pocos días tuvimos que cerrar la lista de inscritos porque el salón de actos del Hospital de la Malvarrosa donde se celebró no puede acoger más de cien personas.
A coste cero organizamos una jornada para analizar los conflictos éticos que plantea la salud mental. Nunca pensamos en un acto político para que los representantes de la administración pudieran hacerse la foto, lo montamos para que los profesionales de atención primaria, especializada o domiciliaria intercambiaran experiencias y actualizaran cuestiones tan importantes como la evaluación de la competencia, el respeto a los derechos del paciente, la coordinación entre especialidades, el incremento de la judicialización de casos, el complejo papel de la familia o algo tan dramático como la estigmatización del enfermo.
En el recuerdo no sólo estaba presente la aportación del Padre Jofré y su protagonismo en la historia de la atención a personas con transtornos mentales, también estaba presente la imagen del gigantesco centro de Bétera como metáfora de una atención medicalizada que ponía todas las expectativas de curación mental en centros de internamiento. Poco duró este modelo porque se basaba en una psiquiatría paternalista que entró en crisis con la llegada del movimiento socio-sanitario de la anti-psiquiatría. Se producía así un cambio de enfoque donde la responsabilidad del psiquiatra y el centro de internamiento son sustituidas por equipos donde aparecen figuras nuevas como psicólogos, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales y, sobre todo, profesionales de la enfermería o los cuidados con nuevos perfiles de especialización.
La jornada tuvo tres momentos: en el primero se precisaron los aspectos legales y deontológicos, en el segundo analizamos la formas de entender el paternalismo en esta atención especializada. En el tercero se abordó la estigmaticación de unos pacientes con enfermedades mentales frecuentes como la hiperactividad o los déficit de atención, pacientes con problemas de integración social porque la medicalización y el tratamiento psico-farmacológico está asociado con su diferenciación social.
A pesar de que el paternalismo no goza de buena prensa, los profesionales de la jornada mostraron la necesidad de pensar de nuevo (y de forma no autoritaria) el principio de beneficencia. Un enfermo mental no es un simple expediente, usuario, cliente o paciente, sino un ciudadano dispuesto a hacer valer sus derechos, como nos recuerda el principio de autonomía. Ambos principios modulados por los de justicia y no maleficencia, para que los profesionales se guíen por la máxima bioética más importante: “Ante todo, no dañar”. Podéis ver el artículo completo en Las Provincias, 30 de noviembre de 2014.