Por Daniel Arenas
Las empresas y las organizaciones de la sociedad civil están hoy en contacto de manera mucho más frecuente y con consecuencias de mucho más calado que hace quince o veinte años. Estas interacciones incluyen campañas de las ONG contra prácticas empresariales, diferentes formas de diálogo entre empresas y organizaciones no gubernamentales, alianzas con fines filantrópicos o para promover el cambio dentro de una empresa en particular, e “iniciativas multilaterales” para elaborar nuevos estándares dentro de un sector industrial. La última comunicación de la Comisión Europea sobre la RSE reconoce que las organizaciones de la sociedad civil “identifican problemas, ejercen presión para la mejora y pueden trabajar de manera constructiva con las empresas para co-crear soluciones”. La confrontación y la colaboración entre las empresas y las organizaciones no gubernamentales es uno de los campos más fecundos en el que pueden centrar sus esfuerzos los investigadores y profesionales interesados en el papel de las empresas en la sociedad. Así, tanto expertos en el management como profesionales y administradores públicos han dedicado su atención a estas relaciones como uno de los principales factores en el desarrollo teórico y práctico de la responsabilidad social corporativa y han elogiado las alianzas intersectoriales como necesarias para hacer frente a complejos desafíos sociales y ambientales.
Sin embargo, además de distinguir entre las relaciones conflictivas y las relaciones colaborativas, cabe estudiar también las dinámicas que llevan a empresas y ONG a pasar de la confrontación a la colaboración, y viceversa. De hecho, se ha prestado poca atención al estudio de las condiciones internas y externas que hacen posible que una interacción conflictiva entre empresas y ONG evolucione hacia algún tipo de colaboración, o que una relación colaborativa se interrumpa y acabe en conflicto. Las relaciones que pueden transitar y oscilar entre los dos modos son a menudo las más interesantes porque puede haber en juego divergencias de fondo sobre la actividad empresarial y el modelo de negocio. Y también pueden llevar a cambios más profundos.
Una de las razones por las que la transición de la confrontación a la colaboración no ha recibido la atención que merece es que, en general, la literatura académica sobre la relación entre las empresas y organizaciones de la sociedad civil se divide en dos corrientes separadas. La primera corriente adopta lo que yo llamaría una perspectiva de “presión / respuesta”, que se centra en cómo las organizaciones de la sociedad civil han exigido cada vez más de las empresas una conducta transparente y responsable. Desde una perspectiva de los movimientos sociales, algunos autores han estudiado las diferentes tácticas y las ideologías de los activistas o han propuesto tipologías de ONG basadas en sus actitudes hacia el mundo de los negocios (como la de Elkington y Fennell entre tiburones, delfines, leones marinos y orcas). Otros autores han analizado cómo las empresas pueden evaluar la importancia relativa de las ONG y controlar la presión de las ONG, incluidas las opciones de prevención, resistencia y capitulación.
Una segunda corriente se ha centrado en las alianzas o “partenariados”, sugiriendo que las empresas tienen más probabilidades de asumir su papel como ciudadanos responsables, de implementar políticas de RSE y de crear valor social si colaboran con las organizaciones de la sociedad civil. Según algunos estudios, la colaboración también aporta beneficios a largo plazo para las empresas, mediante la generación de ideas y conocimientos sobre necesidades no satisfechas o mediante el desarrollo de recursos y capacidades de la empresa (redes de relaciones comunitarias, confianza, conocimiento del contexto, etc.) que, entre otras cosas, pueden facilitar su entrada en nuevos mercados. En este contexto se han analizado también distintos tipos de colaboración así como etapas para llegar a la colaboración.
Al adoptar exclusivamente o bien la perspectiva “presión / respuesta” o bien la perspectiva de las alianzas con sus variedades y etapas, se han pasado por alto los casos en los que se va de la confrontación a la colaboración o en los que hay una combinación de ambas dinámicas. En nuestro trabajo en el Instituto de Innovación Social de ESADE hemos encontrado varios ejemplos de estos procesos, lo que indica que no son del todo inusuales. Una de las limitaciones de centrarse sólo en las alianzas, como lo hace la segunda corriente de la literatura mencionada anteriormente, es que a menudo se acaban estudiando los proyectos que no afectan a las operaciones básicas de la empresa. Por el contrario, una de las limitaciones de centrarse únicamente en la “presión / respuesta”, como lo hace la primera corriente de la literatura, es que podría dejar a un lado los esfuerzos conjuntos para encontrar soluciones a preocupaciones sociales y ambientales. Combinando ambas aproximaciones podremos ofrecer una visión más rica y matizada de las relaciones entre empresas y ONG.
Profesor, Instituto de Innovación Social
ESADE Business School-Universitat Ramon Llull