“¿Corrupción? No, gracias”, es el título de un artículo que publico en el número 7 de Ethic.Lo he encontrado en la edición en papel, pero no en la on line (puede ser que no lo haya buscado con suficiente empeño, claro,… o que un olvido lo puede tener cualquiera). Es un comentario sobre los costes de la corrupción para las empresas, sobre los que ya he hablado otras veces aquí.
Casi al mismo tiempo, mi colega del IESE Juan Carlos Vázquez Dodero en envía una noticia de Reuters que explica que, en una encuesta reciente hecha entre 500 ejecutivos de Estados Unidos y Reino Unido, el 24% de los directivos del sector de servicios financieros consideran que los pagos improcedentes son necesarios para funcionar en los negocios. Y un 26% afirma tener conocimiento de primera mano de ese tipo de operaciones (¡angelitos!).
¿Porque lo exige la empresa? No, ya que el 16% de los que respondieron a la encuesta afirmaban que incurrirían en una situación de información privilegiada si se presentase la oportunidad. Y un 30% afirmó que sus planes de remuneración les presionaban a incumplir la ley o los estándares éticos.
Bueno, ya se ve que tendremos que empezar desde mucho más atrás. Habrá que explicar a la gente que, si es necesario incumplir la ley para hacer un negocio, eso no es un negocio. Que hay que trabajar por algo más que sea una remuneración mayor. Que quizás eso de maximizar el beneficio no es tan buen idea como parecía, si nos lleva a convertir los directivos en una cuadrilla de inmorales.