La lucha empresarial contra la corrupción empieza a ser percibida como un elemento central de gestión para las empresas de nuestro país. Este fenómeno ha vivido un cambio de marco jurídico en las últimas décadas. En Estados Unidos, a finales de los 70, el presidente Jimmy Carter dio unos primeros pasos tipificando como delito el soborno de funcionarios en el extranjero. Dos décadas más tarde sería la OCDE (1999) y el convenio de la ONU contra la corrupción (2005) los que empujarían la transformación del panorama legal de la corrupción en el sector privado. En los últimos años, ya en España, la reforma del Código Penal ha empujado de manera definitiva a las compañías a adoptar medidas de prevención de la corrupción.
Con este escenario como telón de fondo, el Instituto de Innovación Social de ESADE inició el curso 2011 una nueva línea de investigación centrada en la comprensión del fenómeno de la corrupción y su lucha en la empresa privada. En el presente estudio hemos querido acercarnos a las empresas mediante el análisis, la investigación y la comunicación con responsables en materia anticorrupción con el objetivo de conocer las buenas prácticas y actuaciones que éstas tienen incorporadas en su estrategia para hacer una política eficiente en la prevención de la corrupción.
“Buenas prácticas en la lucha contra la corrupción” contó con la participación de las empresas REE, EADS, Repsol y Siemens. Cada una de ellas aportó elementos para comprender las cuatro fases necesarias para implementar un plan anticorrupción: diagnosis, políticas, acciones y seguimiento. Paralelamente, el estudio expone la opinión de expertos de diferentes disciplinas que ayudaron a configurar el marco teórico y el contexto del fenómeno de la corrupción en nuestro país y particularmente en el sector privado. Podéis descargar el estudio aquí.
El estudio muestra como, de manera más reactiva o proactiva, las empresas españolas están empezando a desarrollar políticas encaminadas a lograr una mayor integridad en su operativa diaria. Queda también patente como los departamentos independientes de compliance ganan cada vez más peso en el seno de la empresa multinacional para acometer el reto de la prevención de la corrupción. El desafío pasa por que esta figura, el chief compliance officer, no sea una posición exclusiva de las grandes compañías, sino que entre también en la terminología y las estructuras organizativas de otro tipos de empresa. Junto a todo ello, entre los elementos sobresalientes del estudio destaca la recomendación de establecer normas claras de conducta ética o apropiada y la adopción de una postura de tolerancia cero ante el fenómeno de la corrupción.
Con todo, se concluye que convendría entender la lucha contra la corrupción no sólo como un mecanismo preventivo del delito, sino como una vía para favorecer una posición competitiva basada exclusivamente en la calidad, transparencia y la excelencia de los productos o servicios que las empresas ofrecen. Un elemento más, pues, para defender un modelo de competitividad sostenible para las empresas.