Por Agustín Domingo
“Ni Bankia, ni el Brexit, ni la visita de Xu Ying Pin han sido la noticia de esta semana. Tampoco la hipocresía de las autoridades españolas que con X. Puig, M. Oltra, Ábalos y Sánchez a la cabeza se han negado a facilitar el desembarco del pesquero Loreto en puertos españoles porque electoralmente no les venía bien. Sin duda, la noticia que ha incendiado las redes, se convertirá en viral y arrasará en las conversaciones o tertulias, será el vídeo anual que IKEA lanza por Navidad.
Este año lleva por título “Bienvenidos a familiarizados”, una parodia de los juegos televisivos. La escena muestra participantes de varias familias a la mesa, como comensales navideños. Salen de la mesa quienes no aciertan preguntas que plantea el conductor del programa.
La puesta en escena muestra una gran mesa que representa una gran cena de Navidad donde se encuentran varias familias que ponen a prueba sus conocimientos. Más que sus conocimientos, lo que estas familias ponen a prueba es el conocimiento de la comunidad de memoria a la pertenecen, es decir, las experiencias vitales de sus respectivas familias relatadas en encuentros formales e informales que se producen periódica y cíclicamente. No son datos o informaciones que nos proporcionan las redes sino experiencias, conocimientos, cuentos, relatos y “batallitas de abuelos” que nos proporcionan información valiosa sobre experiencias vividas. Experiencias que constituyen la urdimbre informal de una familia y que alimentan las raíces de un mundo significativo, vivido y valioso.
La cara de triunfadores de quienes conocen lo último de “Instagram” o las redes sociales se transforma en expresión de frustración y fracaso cuando muestran la ignorancia soberana que tienen sobre los estudios de la abuela, la forma en la que se conocieron los padres, las experiencias que marcaron la infancia del abuelo, la música que bailaron sus padres el día de la boda, o por qué el viaje de novios de los padres ya fue a Valencia, mucho antes de las costosas campañas de promoción turística. Los guionistas juegan magistralmente con las emociones para que las nuevas generaciones despierten, desconecten las redes y se conecten a sus familias, es decir, para que descubran experiencias básicas que tejen los vínculos intergeneracionales.
Para descubrir esos vínculos y reconstruirlos en narraciones familiares hay que dejar fuera de la mesa el móvil o desconectar. Sin atención plena a la palabra viva y ronca de los abuelos, no hay conexión al hilo de la vida familiar. Sin desconexión del enjambre digital no es posible una conexión al tupido tejido de la vida familiar. Por eso hay que desconectar para volver a conectar. Por eso, como llevamos diciendo mi buen amigo Isidro Catela y yo, el título de su libro y nuevo principio cartesiano en la era digital es este: “me desconecto, luego existo”.