Por Antonio Argandoña
Se lo copié a alguien, y no hace mucho, pero como estoy perdiendo la memoria, ya no me acuerdo dónde encontré esta frase: «cuando el dinero se vuelve impaciente, el directivo se vuelve indecente». Tiene mucho que ver con la teoría de la agencia, que es la más empleada para explicar cómo hay que dirigir una empresa -aunque también es ampliamente criticada.
La idea es sencilla: la empresa es propiedad de sus accionistas; el directivo ha sido contratado porque el accionista no llega a todo, y necesita alguien que le ayude a dirigir el negocio; el deber del directivo es, pues, optimizar los resultados económicos para el accionista.
Claro que todo esto podría llevarse a cabo dentro de la decencia: «usted, diría el accionista, dirige mi empresa, maximiza mis beneficios, pero yo no quiero convertirme en inmoral, de modo que maximice mis beneficios dentro de la ética; en caso de conflicto, ponga por delante la ética». Y aquí aparece el dicho que he mencionado antes: si el accionista se vuelve impaciente, el directivo empieza a saltarse la ética.
Esto tiene que ver con algo que leí hace poco, pero no me acuerdo dónde ni de quién era la idea, aunque me parece que muchos estarán de acuerdo con ella: la mayoría de los directivos que se comportan inmoralmente no se dan cuenta de que lo están haciendo, porque suscriben la llamada «tesis de la separación»: la ética y la economía son dos cosas distintas, que no se han de mezclar; cuando tomas decisiones económicas, el criterio que has de seguir es el económico; cuando tomas decisiones éticas, el criterio debe ser ético. Por tanto, no te preocupes si incumples tus deberes de justicia, o pagas sobornos, o defraudas impuestos: ahí funciona la economía, no la ética.
Cuando oigo decir que hoy en día falta mucha ética en el mundo de los negocios, pienso que la culpa es, en buena medida, de los accionistas, o de los financieros, o del mundo de las finanzas, que se han vuelto impacientes, se han olvidado de que no hay decisiones económicas ni decisiones éticas, sino decisiones (sin adjetivos), que tienen que ser económicas y éticas (y sociales, y políticas, y todo lo que queramos añadir). Y la causa es, como ya he dicho otras veces, que las decisiones son humanas, las tomamos los seres humanos, que comprometemos en ellas toda nuestra vida. Si pagas un soborno, eres un corrupto. Punto.
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