Los anuncios de Volkswagen me han resultado siempre inspiradores por su ¿humor inteligente”. Lástima que los ingenieros de VW no hayan aprendido de sus colegas de marketing. No sé si les ha sobrado humor o les ha faltado inteligencia.
Para aquellos que pensaban que la picaresca es una cosa hispánica, es un buen golpe de humor ver cómo los alemanes se las han ingeniado para saltarse las leyes. Diseñar un software que reconozca cuando el coche está siendo inspeccionado y reduzca la emisión de gases denota una astucia admirable. Lástima que muchas veces los seres humanos utilicemos nuestra inventiva para hacer el mal.
¡Se imaginan qué mundo podríamos tener si usásemos nuestra creatividad para hacer el bien! ¿Cómo puede ser que gente inteligente, seguramente entregada a su trabajo y que trata de buscar lo mejor para su empresa, llegue a actuar así En algunos casos será porque se escoge ir por la vía más fácil; en otros, con labuena intención de mejorar la eficiencia y reducir costes; a veces, por la presión de alcanzar unos objetivos; y siempre, adobado con una cierta dosis de autosugestión que lleva a convencerse de que ¿a nosotros no nos van a pillar”. ¿Y qué ha pasado Pues que al final -casi por casualidadalguien se da cuenta de que hay algo raro, el problema estalla, se pierde el control de la situación y se disparan las consecuencias negativas: multas millonarias, crisis de reputación, posibles acusaciones penales para los ejecutivos, una caída del valor en bolsa de un 35% en dos días. Y los implicados pensarán: ¿¡Si hubiésemos sabido que esto iba a acabar así no lo hubiésemos hecho!”.
Medir la actitud ética en función de lo que puede pasar casi siempre lleva a hacer cosas de las que uno acaba arrepintiéndose. Por eso la ética, más que argumentarse desde las consecuencias, debe fundarse en los principios. Una actitud íntegra tiene como primer eslabón tener unos principios de conducta claros. Pero eso no es suficiente. Después, la integridad requiere vivir de acuerdo con esos principios. Hay que crear entornos donde se fomente la conducta ética, y se llegue a tiempo a detectar las conductas improcedentes. Si no se hace así, la alta dirección es responsable por omisión.»
Publicado en La Vanguardia, 8 de octubre de 2015, p. 23