Jose Luis De Retolaza Avalos
Muchas veces desde la “ética en empresa” somos poco beligerantes en relación al papel de la ética en la empresa; a menudo nos conformamos con que los teóricos de la empresa nos dejen un hueco a su lado; o con entrar de soslayo, acotando desde la ética algunos de los procedimientos o actuaciones desarrolladas en el funcionamiento de la empresa. En estos casos el papel de la ética queda relegado al de un acompañante poco molesto que nos recuerda cual sería la actuación “elegante”, pero dispuesta a aceptar lo que las condiciones concretas –mercado, conyuntura…- nos imponen.
Tópicos actuales del acercamiento ético a la empresa, como el riesgo moral, las conductas oportunistas o las asimetrías de poder o información, no necesitan para nada de la ética; ya que se pueden abordar perfectamente desde las disfunciones causadas al propio sistema. El reducto de la RSC, en el que parece haberse refugiado parte de la ética, se nos asemeja una trampa saducea. Ya que casi siempre se aborda desde la perspectiva del doble valor; pero si existe este doble valor, ¿dónde está el problema ético?. Justificando la ética desde su utilidad para generar valor, ¿estamos defendiendo la ética o instrumentalizándola?.
En este contexto, la Teoría de Stakeholder representa una oportunidad para situar la ética en el epicentro de las organizaciones, modificando el propio concepto de empresa. Esta, podría ser entendida como una red de recurso e intereses de los stakeholder, con la finalidad de crear valor para el conjunto de los mismos; considerando el capital como otro recurso mas –necesario pero no suficiente-. Para que esto ocurra, tenemos que ser capaces de distanciarnos de interpretaciones como la instrumental, la positiva, e incluso la normativa, pasando a considerar la Teoría de Stakeholder como una teoría de firma.
No obstante, esto no sería suficiente, de las dos razones por las que una organización se preocuparía de sus stakeholders: como creadores de valor y como afectados; desde la ética debemos reivindicar la segunda. Considerar que la organización se debe en primer lugar a aquellos que se ven afectados por su existencia, incluso aún cuando se trate de sujetos pasivos sin atisbo de poder, o incluso cuando la afección sea por omisión. Este acercamiento permite reformular el sentido de las empresas y reconciliarla con la tradición Aristotélica o Tomista del Bien Común.
Seamos beligerantes y pongamos la ética en el centro de la reflexión sobre la empresa.
Jose Luis De Retolaza Avalos
Profesor de la Universidad del País Vasco.
Director de Aurkilan Business Ethics Research Institute.