Por Patrici Calvo
Las crisis cíclicas que soporta la sociedad moderna, cada vez más virulentas, desvelan la falta de un horizonte de sentido moral adecuado en ámbitos tan importantes para el desarrollo humano y social como la política y la económica.
Durante la última crisis, frente a las medidas adoptadas por la mayoría de los gobiernos e instituciones económicas de los países desarrollados para rescatar entidades financieras y grandes empresas, algunas de ellas señaladas social, institucional y jurídicamente por sus malas prácticas profesionales, llama la atención su desinterés a la hora de diseñar e implementar políticas efectivas en la lucha contra la corrupción, el fraude, los cárteles, la evasión de impuestos, los lobbies, los paraísos fiscales, la malversación de caudales públicos y la depuración de responsabilidades, entre otras cosas. Pero, sobre todo, resulta sorprendente la falta de acciones gubernamentales e institucionales encaminadas a paliar los efectos negativos de la crisis sobre la población más desfavorecida, tales como el alto nivel de desempleo, la pobreza energética, los desahucios, el éxodo juvenil, el incremento de las desigualdades, el aumento de riesgo de exclusión social, o el retroceso del estado de bienestar.
Desde mi punto de vista, el problema radica en el seguimiento acrítico del modelo económico preponderante. Especialmente, porque a este subyace un déficit importante de razones de la razón y de la emoción que impide, dificulta y/o condiciona la gestión de los bienes cordiales necesarios para un correcto desarrollo económico y que, además produce efectos muy negativos sobre la sociedad. Por un lado, porque se trata de una línea de pensamiento basada en la natural homogeneidad motivacional y comportamental del agente económico. Por otro lado, porque este reduccionismo racional y emocional promueve la instrumentalización de bienes cordiales como la reciprocidad, la reputación y la confianza y descuida la dimensión comunicativa y afectiva que le subyace y que es condición de posibilidad de su emergencia y desarrollo. Y, finalmente, porque ambas cuestiones producen un modelo económico que, desvinculado de razones morales y emociones prosociales, sirve para justificar las injusticias y el desinterés por los problemas sociales.
En este sentido, desde una perspectiva cordial como la propuesta por Adela Cortina y relacional como la desarrollada por Stefano Zamagni se pueden hallar orientaciones para ir ahondando en un modelo económico más eficiente, justo y felicitante para todas las partes en relación. Entre otras cosas, a través de la promoción de instituciones, organizaciones y empresas que incluyan en sus diseños aspectos tan importantes para el desarrollo de su actividad como los valores morales, los sentimientos prosociales, la reciprocidad cordial, el reconocimiento mutuo de las capacidades comunicativas y afectivas, y la participación comprometida de la sociedad civil. Una economía cordial que, estructurada alrededor de instituciones, organizaciones y empresas cordiales, esté a la altura tanto de lo observado empíricamente por experimentos de laboratorio y estudios de campo como de lo esperado y deseado por una sociedad plural con un nivel postconvencional de desarrollo moral y de madurez emocional; que, en definitiva, sea capaz de dar razón de sus acciones y decisiones y de gestionar debidamente la heterogeneidad motivacional y comportamental que le subyace.
Es preciso que la ética económica y empresarial trabaje desde un punto de vista hermenéutico-crítico para ser capaz de un modelo económico que sea coherente y comprometido con aquello que el momento histórico exige capaz de la práctica económica hacia su máxima potencialidad a través de la reciprocidad y en el marco de unos mínimos de justicia que ofrezcan horizontes éticos de sentido.
*Para saber más sobre este análisis y propuesta: P. Calvo The Cordial Economy – Ethics, Recognitión and Reciprocity (Springer 2018)
1 comentarios
Cualquier sistema que no sea autocorregible y democrático, sea liberal, dirigista o voluntarista está condenado no sólo al fracaso sino a causar un sufrimiento aún mayor.