Preocupado como todos los colombianos por el tema de la corrupción, que de manera tan dura golpea a nuestra sociedad, tropecé con un artículo de Harvard Business Review, en el que se demuestra cómo, ciertas actuaciones y decisiones habituales de los administradores, están influenciadas por sesgos, muchas veces inconscientes, que le restan objetividad a las decisiones que tomamos.
El artículo titulado ‘How (Un)ethical Are You?’ (Qué tan ético es usted), invita a los administradores a autoevaluarse para determinar hasta dónde, sin darse cuenta, han faltado a la ética. Por ejemplo, al escoger a candidatos para ascensos o vacantes, basándose en factores diferentes a los estudios, habilidades y competencias de los candidatos, o han tomado decisiones desoyendo las opiniones y advertencias de los colaboradores inmediatos, motivados por intereses ajenos a los de la empresa.
Cualquier descalificación de un empleado por aspectos como su raza, apariencia, condición social o discapacidad, así como cualquier forma de persecución o acoso, anota el artículo, debe ser considerada como una falta a la ética, lo mismo que todas aquellas acciones y conductas tendientes a no reconocer o a apropiarse de las ideas y logros de los colegas y subalternos.
En otras palabras, lo que resalta el texto es que aunque la mayoría de las personas considera que actúa éticamente, si se hiciera un sincero balance de las consideraciones tenidas en cuenta por cada persona, a la hora de tomar ciertas decisiones, podríamos encontrar que algunas de ellas estuvieron influenciadas por sesgos, muchas veces inconscientes, que impidieron analizar imparcialmente un tema, llevaron a desconocer los méritos de otros o a preferir a ciertos colaboradores, por razones diferentes a sus capacidades. Las faltas a la ética, podríamos concluir, van mucho más allá del cuidadoso manejo de los recursos financieros, que es el factor con el que generalmente determinamos la honestidad de las personas.
Las faltas a la ética tienen un costo inmenso para las organizaciones, no solo por la cuantía de los robos, saqueos, sobornos y demás actos deshonestos que puedan presentarse, sino por la desmotivación y resentimiento que cualquier trato injusto genera en los colaboradores y que se traduce en el menoscabo de la lealtad y el compromiso, pérdida de ideas y talentosos empleados; el resentimiento incrementa el riesgo de ocurrencia de actos deshonestos, con lo que la empresas terminan incurriendo en enormes gastos para desarrollar sofisticados y costosos esquemas de control, que jamás llegan a garantizar totalmente la seguridad.
¿Se puede mejorar la ética dentro de las empresas? La respuesta es sí, pero se necesita del compromiso y ejemplo permanente de los directivos, que en todas sus actuaciones deben ceñirse a los principios éticos por los que propende la compañía, como son la imparcialidad y el respeto a los colaboradores, clientes y proveedores. Si la empresa, en su declaración de principios y valores, habla del respecto, pero al mismo tiempo alguno de los jefes trata injustamente a sus colaboradores, se genera una incoherencia que desmorona la fijación, en la conciencia colectiva, de los valores éticos que se quieren reforzar.
Por eso es tan importante evaluar con cierta periodicidad la forma como todo aquel que tiene personal a su cargo, está realizando su la función y si esta se ajusta o no a los principios que la empresa trata de implantar. La mejor manera de realizar esta evaluación es mediante una entrevista de 360 grados, en las que participan colaboradores, pares y superiores, y con la que se obtiene información valiosísima sobre las capacidades de liderazgo, los principios y valores que acompañan la gestión de cada directivo y los aspectos que debe reforzar para que su labor sea más eficiente.
Adicionalmente, si se quieren fortalecer los valores al interior de las compañías, es necesario establecer mecanismos para que los empleados puedan revelar lo que sucede en las distintas áreas, tanto en lo referente al trato que reciben de sus superiores, como a hechos que vayan en contra de la ética o de los intereses de la compañía; lamentablemente, muchas de las denuncias que hacen los empleados, incluso ante los comités de convivencia, terminan afectando negativamente a quien tuvo el valor personal y ético de revelar los que estaba sucediendo.
Publicado en Management Journal y originalmente en La Republica