La Economía del Bien Común: un modelo económico con futuro
La Economía del Bien Común ofrece una alternativa al mercado y a la planificación centralizada. Se construye con la base de los valores relacionales y presentes en las Constituciones, que se implementan a través de Balances del Bien Común, su auditoría del Bien Común y el producto del Bien Común. Después de seis años, más de 2.000 empresas de 40 naciones, así como municipios y Universidades forman parte del movimiento.
Un creciente número de personas alrededor del mundo está de acuerdo con las palabras del Papa “esta economía mata”. Los resultados de un estudio de la Fundación Bertelslmann, muestran que el 88 % de la población en Alemania y el 90% en Austria, desean un “nuevo orden económico”. La Economía del Bien Común es un sistema económico alternativo holístico que, desde 2010, se desarrolla con el apoyo de un creciente número de distintos actores.
Los principales pilares de la Economía del Bien Común no son nuevos, sino que son los valores intemporales y los objetivos de las constituciones. Aristóteles ya diferenciaba entre “oikonomia” (el dinero es el medio) de la “crematística” (el dinero como fin). Con la misma intención se expresa la Constitución Bávara: “la actividad económica sirve al bien común” (Art. 151). La constitución prevé que “la propiedad conlleva obligaciones” y que “su uso debe servir al bienestar del interés general” (Art. 14).
El producto del Bien Común y el Balance del Bien Común
El objetivo del Bien Común no se mide en el sistema económico actual. Faltan los indicadores de éxito adecuados. Hoy en día se mide el producto interior bruto (macroeconomía), las ganancias financieras (empresas) y los rendimientos financieros (inversión) como los indicadores centrales del éxito. Pero en realidad estos sólo miden los medios (acumulación) y, por lo tanto, no pueden expresar de forma fiable la consecución de los objetivos.
El “producto del Bien Común” podría, en un futuro, medir la consecución y éxito de la economía a través de un conjunto de indicadores representativos (por ejemplo: salud, educación, participación, cohesión social, estabilidad ecológica, seguridad, percepción del estado del bienestar). Los componentes concretos se pueden definir conjuntamente a través de procesos de participación ciudadana.
El éxito de una empresa, su aportación al bien común, sería análogamente medido con un “balance del bien común”. Éste responde las preguntas más candentes de la sociedad a las empresas, por ejemplo: ¿Qué sentido tiene el producto o servicio?, ¿Hasta qué punto es ecológica la producción, la distribución y su eliminación ?, ¿Son humanas las condiciones laborales? ¿Existe igualdad entre hombres y mujeres en cuanto a trato y retribución? ¿Cómo se reparten los beneficios?, ¿Quién toma las decisiones? ¿La empresa se comporta de forma cooperativa en el mercado?
La contabilidad se realiza con puntos, cada empresa puede conseguir un máximo de 1.000 puntos. El resultado podría aparecer en forma de “semáforo del bien común” en todos los productos y servicios para así facilitar las decisiones de compra a los consumidores.
Cuanto mejor sea el resultado del balance del bien común de una empresa, más ventajas legales recibirá; por ejemplo: reducción de impuestos, aranceles, intereses o bien mayor prioridad en la contratación pública. Como ayuda a estos incentivos de economía de mercado, los productos éticos tendrán un precio inferior a los no éticos. Las leyes del mercado coincidirían, finalmente, con los valores de la sociedad.
Los beneficios sólo como medio
El balance financiero seguiría siendo vigente, pero la obtención de beneficios podría limitarse de forma diferente: los beneficios se siguen pudiendo utilizar para inversiones sociales y ecológicas, devolución de créditos, emisión de dividendos limitada a los trabajadores o para provisión. Pero ya no se permiten compras hostiles, inversiones en el mercado financiero, dividendos para personas que no trabajan en la empresa – con la excepción de los fundadores , ni financiación a los partidos políticos.
Con el fin de evitar la concentración de capital y poder y, con ellas, la consiguiente y excesiva desigualdad, se pueden introducir “retroalimentaicones negativas” en los ingresos, patrimonio y tamaño de las empresas: se fomentarán los primeros años de vida de la empresa en el sistema económico y, posteriormente, contribuirá de forma solidaria y vitalicia según su crecimiento, tamaño y poder; acumular más riqueza, poder y crecer será cada vez más difícil hasta llegar a un límite máximo relativo.
El primer millón sería el más fácil y cada adicional más difícil hasta llegar al máximo legal de desigualdad. La limitación de la desigualdad sirve para evitar la sobre-concentración de poder político y económico. La Economía del Bien Común se entiende, por lo tanto, no tan sólo como completamente ética, sino también como una economía de mercado realmente liberal ya que no sólo promueve los mismos derechos, libertades y oportunidades para todos, sino que también los protege consecuentemente.
Un movimiento internacional: ¡únete!
El proceso de la Economía del Bien Común comenzó en 2010 en Viena con una docena
de pequeñas y medianas empresas. A finales de 2016, 2.200 empresas de 45 Naciones apoyaban al movimiento; aproximadamente 400 de ellas han realizado el Balance del Bien Común de forma voluntaria. Entre ellas, algunas tan diversas como el banco “Sparda Bank” de Múnich, el proveedor de ropa deportiva VAUDE, el fabricante de té Sonnentor, la cervecería Trumer, la universidad técnica de Burgenland o la organización “Lebenshilfe” en el Tirol. Hay un gran interés hacia la Economía del Bien Común desde escuelas y universidades. El primer balance en una universidad ha sido realizado en la Universidad de Barcelona. La Universidad de Valencia dispondrá de una cátedra sobre la Economía del Bien Común.
Los municipios son el tercer grupo de pioneros de la Economía del Bien Común. La ciudad de Stuttgart ha decidido realizar el balance a cuatro empresas públicas. Sevilla se ha comprometido a transformarse en “Municipio por el Bien Común” a través de un acuerdo firmado con la asociación Andaluza de la EBC.
Primeros éxitos políticos
Múltiples regiones fomentan la elaboración del “Balance del Bien Común”. Salzburgo y Baden-Württemberg tienen la Economía del Bien Común en la hoja de ruta del gobierno.
El mayor éxito político hasta el momento, ha sido un logro a nivel Europeo. El Comité Económico y Social Europeo (un gremio de 350 miembros), redactó una opinión propia en favor de la Economía del Bien Común con la aprobación del 86% de los votos para la introducción de la Economía del Bien Común en el marco legal de la Unión Europea y el de sus estados miembros.
Cada persona, empresa, organización y municipio puede participar en el proceso de la Economía del Bien Común. Millares de personas desde Suecia hasta España, desde Serbia hasta Chile ya lo están haciendo.
Christian Felber es escritor, profesor de universidad y bailarín independiente en Viena. Es iniciador de la “Economía del Bien Común” y del proyecto “Banco para el Bien Común”. Autor de varios best seller, siendo los más recientes “Salvemos el euro”, “La economía del bien común” y “Dinero. De fin a medio” (en castellano en octubre de 2014). Christian es colaborador habitual del Huffington Post.
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