El pasado lunes en la reunión de la junta directiva nacional, Rajoy pidió a los suyos unidad de acción para defender las reformas. El gobierno está decidido a seguir con la podadora y prueba de ello es que ayer se despachó con la propuesta de un nuevo ajuste para echar a la calle a más de 100.000 trabajadores del sector público.
El gobierno sabe que no sólo necesita la complicidad de los responsables locales y autonómicos sino la creación de una nueva narrativa con la que hacer frente la desafección que se le viene encima.
Una narrativa política con la que empezar a decir lo contrario que se dijo en la campaña electoral, con la que adiestrar a los cuadros para transmitir credibilidad y, lo que es más importante, una ejemplaridad básica para la que algunos cuadros y militantes aún no están mentalizados. Como dice el lema de una famosa librería mexicana, el gobierno tendrá que hacer “menos-book” y “más-face”, refiriéndose a la urgencia de dar la cara por y ante los ciudadanos, no esconderse detrás de las explicaciones administrativas o librescas de los atriles almidonados.
El gobierno lo tiene más complicado de lo que se imagina por múltiples razones. Algunas están relacionadas con la gestión de los tiempos, hay ministerios en los que se plantean las reformas como si no se hubiera aprendido nada en los últimos años, como si se gobernara ante un ciclo de dos o tres legislaturas en las que no habría alternativa. Las reformas universitarias y educativas que están en marcha dicen poco de un proyecto claro, coherente, atractivo e ilusionador con el que reinventar la educación.
Otras razones están relacionadas con los equipos podadores de los ministerios compuestos por expertos en tablas de excell pero sin vocación de servicio público en las venas, incapaces de transmitir ilusión, ejemplaridad, coraje y virtud cívica. El gobierno se ha rodeado de mochileros que le ayudan en los ajustes y le sobrevivirán cómodamente cuando vuelva a la oposición. Podadores que legitiman sus propuestas en ajustes exigidos por Bruselas pero desconocen las calles, los hospitales, las escuelas y las familias. Mientras el gobierno no construya y transmita un relato social claro, coherente y esperanzador, los ajustes serán parches insuficientes de un reformismo cívico necesario con el que sanear cuentas públicas y prepararse, poco a poco, para una leal oposición.