27 de agosto de 2014 – Según las estadísticas de Google Trends, la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) comenzó a ser tendencia en los medios de comunicación españoles a partir de enero de 2008 y fue en marzo de 2010 cuando estas tres palabras alcanzaron el mayor número de búsquedas. Este potente buscador comenzó a medir datos a partir del 2004, pero ¿qué pasaba mucho antes de la existencia de Google? ¿se hablaba siglos atrás de conceptos relacionados con la ética empresarial?
Cierto es que habrá personas que utilicen otros buscadores, que no tengan el hábito de utilizar la Red o que simplemente apuesten por emplear términos como Responsabilidad Social Corporativa (RSC) y sus derivados en lugar de RSE. Pero, según estas estadísticas, parece que fue justo en el comienzo de la crisis económica mundial cuando se comenzó a tratar más en profundidad la ética empresarial.
Dejando datos y buscadores a un lado, y entendiendo la ética empresarial como el fundamento de la RSE/RSC y otros términos similares, ¿hay raíces éticas en la economía? ¿es todo esto una moda de unos cuántos que han logrado instaurarla entre ciertos sectores de la sociedad? o ¿puede que haya coincidido el interés por la ética empresarial justo en los años en los que más ha florecido Internet?
Estas preguntas las responde Jesús Conill, Catedrático de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Valencia, en “Horizontes de economía ética”; un libro que trata de mostrar cómo la economía surge de la matriz ética, tanto en sus orígenes antiguos como modernos.
En el siglo IV a.C, en el pensamiento de Aristóteles ya existían vínculos éticos y políticos en su modelo económico. En concreto, este filósofo entendía la economía como aquello que involucraba el cómo hay que vivir y el reto de conseguir lo bueno para el hombre. Economía en este enfoque aristotélico es el arte de administrar la casa, tiene que regirse por la razón y estar al servicio de la comunidad.
El discípulo de Platón realizaba una relevante distinción entre “arte adquisitivo y crematística”. El primer término se refiere a “procurar los recursos necesarios para la vida y para la comunidad civil o doméstica” y el segundo tiene que ver con “una riqueza sin límite, que va contra el orden racional natural”. Jesús Conill reconoce en este libro que una aplicación directa de la teoría económica de Aristóteles es “imposible porque la estructura social es muy diferente”, sin embargo sí que sirve para determinar el fin último de la vida humana, qué clase de vida se quiere llevar y de qué forma llevarla a cabo.
Esta postura económica de Aristóteles, Conill la cataloga como el horizonte antiguo, pero también hay una matriz ética en lo que él llama “horizonte moderno” con la visión de Adam Smith. En el siglo XVIII, el economista escocés ya es “consciente de la enorme transcendencia que tiene la economía moderna para el desarrollo de los individuos y de sus vínculos sociales, es una economía no separada de su responsabilidad social, sino que está interesada en incrementar la libertad y el bienestar de los ciudadanos”, explica Conill.
Del mismo modo, no hay que olvidar que la conocida teoría de la “mano invisible” de Smith expresa la capacidad que tiene la economía de mercado en obtener automáticamente el máximo bienestar social a través de la búsqueda del propio interés. Pero, aquí Smith no miró de puntillas a la ética, sino que también expresó su inquietud por la posibilidad de que la búsqueda de ganancias privadas impulsada por motivaciones cortas de miras provocara pérdidas sociales, apunta Jesús Conill.
Después de esta lectura, y aunque parezca que no, mucho antes de la irrupción de Google también hubo existencia y por consiguiente interés por la ética en la economía.
Publicado en Diario Responsable