2 de diciembre de 2015 – No nos pondremos filosóficos pero todo apunta a que hoy en día, y más que nunca, ética y estética deben ir de la mano como sostiene la moda sostenible. Esto afecta a cómo producimos -recursos naturales y humanos- y a cómo consumimos, porque la ropa no va a cambiar el mundo, pero quien la viste sí.
Apremia un consumo honesto, a veces reñido con la llamada ‘fast fashio’n o moda rápida, y respetuoso con el medioambiente porque, como dijo el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, “no hay plan B porque no existe un planeta B”.
Se entiende por moda sostenible aquellas prendas, calzado y accesorios que “se fabrican, comercializan y usan de manera sostenible, teniendo en cuenta tanto los aspectos ambientales como socio-económicos”, según la definición de Green Strategy, una consultora sueca sobre sostenibilidad para la industria textil. Así, ésta aspira a reducir al mínimo cualquier efecto ambiental indeseable con el uso eficiente y cuidadoso de los recursos naturales; seleccionando fuentes de energía renovables y maximizando la reparación, reutilización o reciclaje del producto y sus componentes. Desde un punto de vista socioeconómico, busca mejorar las condiciones laborales de los trabajadores en el campo y las fábricas y en la cadena de transporte y almacenes, en línea con la ética y códigos de conducta internacionales.
En Los Ángeles, la diseñadora Yael Aflalo creó en 2009 su firma Reformation, que cumple todos estos requisitos. Y le sobra el éxito: empezaron trabajando dos personas y hoy son casi dos centenares; comenzaron rehaciendo vestidos ‘vintage’ y hoy sus deseadas prendas, ajenas a las tendencias del momento y producidas en colecciones limitadas, las visten Rihanna, Alexa Chung o Taylor Swift. Pero ella reconoce que cuando piensa en su clienta ideal, ésta es una camarera que después de trabajar ocho horas seguidas se ha sacado 100 dólares en propinas. Eso es lo que cuesta un vestido: ella ha trabajado duro por él. Reformation trabaja duro también por ofrecérselo, liderando un movimiento, en palabras de Aflalo, hacia “un mundo en el que la fabricación sostenible sea el ‘status quo'”.
Campañas responsables
Mientras llega, cada vez existen más firmas que ofrecen colecciones sostenibles. La sueca H&M es una de ellas, pese a ser prototipo de la moda rápida tan vinculada a prácticas anti-éticas como las que se evidenciaron trágicamente en 2013 con el colapso del Rana Plaza de Bangladesh, en el que murieron más de 1.000 personas. Así, su colección H&M Conscious se basa en siete criterios -ofrecer moda para clientes concienciados, elegir y premiar socios responsables, ser éticos, ser ecointeligentes, reducir, reutilizar y reciclar, hacer uso responsable de los recursos naturales y fortalecer a las comunidades- mediante los cuales aspira a crear un mundo de la moda mejor.
Además de colecciones también se imponen acciones con el mismo objetivo. Un ejemplo significativo es la campaña de recogida de ropa, iniciativa pionera también de H&M, cuyos beneficios dedica a obras sociales. De las miles de toneladas de productos textiles que se tiran cada año, el 95% podría ser reutilizado o reciclado. Por su parte, la española Mango también ha lanzado iniciativas similares, ofreciendo un 20% de descuento para nuevas prendas a cambio de otras compradas ese mismo año.
Este tipo de campañas se circunscriben en la llamada economía circular que, en la industria de la moda, busca acabar con el modelo lineal de producción y consumo basado en el supuesto de que los recursos son abundantes y disponibles, fáciles de obtener y baratos de desechar, con la obsolescencia como principio motor. Pero como nada de eso es cierto -la industria textil se basa en un 85% en la fibra de algodón, que procede del campo, y la del poliéster, procedente del petróleo, cuya extracción perjudica el medioambiente- se impone la necesidad de la moda circular. Ésta abarca toda la vida de la prenda, desde su diseño, producción, transporte y almacenamiento, márketing y venta, hasta el final con su reciclaje o eliminación. En ésta última es fundamental la actitud del consumidor.
Durante el pasado siglo, la estrategia de negocio que ha dominado la industria es la de la “obsolescencia planificada“. Esto es: “El proceso de que un producto deje de estar de moda o ya no sea utilizable se ha planeado y construido desde su concepción. Esto hace que el consumidor sienta una necesidad de comprar nuevos productos y servicios, que el fabricante produce como sustitutos de los antiguos”, según publicaba ‘The Economist’.
Conscientes de ello, los consumidores podemos evitarlo. Como explicaba Livia Firth (sí, la esposa de Colin, pero también líder en el movimiento por la moda ética desde su puesto de directora creativa en Eco Age) a la revista británica ‘Red’: “Nos han lavado el cerebro para creer que la moda es desechable”. Para la italiana es posible tener una relación justa y respetuosa con la moda, con la gente que forma parte de la cadena de suministro y con los recursos naturales que están en juego.
Lo barato sale caro
La pauta es simple. La resumió esa mujer tan moderna que es Vivienne Westwood: “Compra menos, elige bien y haz que dure”. Se trata, como aconseja Phoebe Philo, de “construir un armario más que de seguir tendencias”. La mejor manera es la de adquirir prendas de gran calidad y diseño atemporal, otro de los pilares de la moda sostenible. Se puede argumentar que detrás de este tipo de prendas suelen estar las firmas de lujo, difícilmente asequibles para la mayoría. Pero aquí entra en juego la compra-venta de segunda mano y ‘vintage’.
Detrás de la calidad lo que sí está es la artesanía y los materiales empleados; así como unas condiciones dignas de trabajo. El Comité de Ética que rige el fondo soberano noruego, el mayor del mundo, está investigando a 400 empresas de la industria textil para no invertir en aquellas compañías que no respeten los Derechos Fundamentales. Por el momento, sus averiguaciones no son siempre halagüeñas. Su presidente, Johan H. Andresen, habló recientemente a la cadena ‘Bloomberg’ de “esclavitud” así como de otras “revelaciones chocantes” sobre cómo se producen las prendas que usamos en Occidente. “Y a nadie le llama la atención en nuestra parte del mundo”, añadió.
Pero aunque no haya titulares, hay etiquetas. Para informar sobre cómo leerlas está la llamada Clean Clothes Campaign, que reúne organizaciones de 16 países europeos y trabaja en todo el planeta para que los derechos de los trabajadores de la industria textil sean respetados. Porque como sostiene Ali Hewson (más conocida por ser la esposa del líder de U2), que lleva décadas en la industria de la moda y la cosmética sostenible con Edun y Nude Skincare, al vestirnos “llevamos la historia de las personas que hicieron nuestra ropa”.
Publicado en El Mundo