20 de febrero de 2017 – Entrevista a José Luis Fernández, doctor en Filosofía por la Facultad de Filosofía de la Universidad Pontificia Comillas y Máster en Administración y Dirección de Empresas por ICADE y director de la Cátedra de Ética Económica y Empresarial. Ha sido Vicerrector de Relaciones Internacionales y Extensión Universitaria de la Universidad Pontificia Comillas.
Siempre se ha dicho que hay un gap entre universidad y empresa. ¿También se da en materia de RSC?
El fenómeno de la Responsabilidad Social no acaba de estar ni suficientemente perfilado desde el punto de vista teórico y académico, ni está siendo gestionado de manera uniforme en la práctica empresarial. Entonces, cuando unimos este déficit conceptual respecto a lo que es la Responsabilidad Social de la empresa y una heterogeneidad de las prácticas nos encontramos en una especie de confusión en la que llevamos viviendo bastantes años. Una confusión que, por otra parte, no hay que lamentar. No es necesario encontrar una claridad y una distinción cartesiana en todas las cosas de la vida, ni siquiera en el ámbito de la gestión, porque precisamente esta indefinición da lugar a innovar y a hacer cosas que pueden ser sorprendentes.
Que considera más importante, ¿formar a los profesionales del futuro bajo los criterios de la RSC o la existencia de una formación específica?
Lo más importante es formar a las personas que en el futuro dirigirán empresas con una mentalidad abierta. Es decir, hay que meterles en la cabeza dos o tres preguntas: qué es una empresa, para qué están las empresas y cuál es el escenario del futuro en el que las empresas van a tener que colaborar. Solamente si somos capaces de transmitir estas preguntas a cualquiera que pase por un aula y les obligamos a que al final de su carrera o de su grado tengan sus respuestas, conseguiremos gente sensibilizada hacia lo que las empresas pueden llegar a suponer como constructoras de sociedad, creadoras de cultura, colaboradoras en la construcción de un mundo más rico, más equitativo, más sostenible… Las empresas son un instrumento potente para construir un mundo mejor, ganando dinero, satisfaciendo necesidades y cumpliendo su misión.
Usted lleva 30 años dedicándose a la ética empresarial. ¿Cómo ha evolucionado la RSE en este tiempo?
En estos años, el discurso sobre la Responsabilidad Social Corporativa y la ética empresarial se ha generalizado. Esto es una buena noticia, pero no garantiza que la praxis acompañe al discurso. Nunca fue así, ni lo será, y no tiene por qué descorazonar a nadie el hecho de que digamos una cosa y luego veamos que no se cumple al nivel que querríamos. En los últimos 30 años se han producido varias crisis y ha habido muchos escándalos financieros y malas praxis que han acabado con mucha gente del papel couché en la cárcel, en todas las partes del mundo. Esto ha provocado que la sociedad diga que no se pueden hacer las cosas de cualquier manera y que exista una sensibilidad hacia lo malo, como algo evitable, porque lo malo éticamente acaba salpicando al bolsillo y contagiando en lo económico. Por lo tanto, la gente lo tiene bastante claro.
Y en la actualidad, ¿en qué situación se encuentra la RSC en la empresa española?
Habría que distinguir las grandes empresas que cotizan en el Ibex 35 del resto. Las grandes empresas suelen tener un departamento dedicado a gestionar la RSC, pero, además, la reforma de la Ley de Sociedades de Capital, en su artículo 529 ter, establece que la RSC tiene que ser una cuestión indelegable del Consejo de Administración y, por lo tanto, no es algo opcional. Ahora bien, ¿qué tiene que hacer el Consejo? Contar lo que hace o explicar por qué no hace lo que se supone que debería hacer. Eso es soft law.
Ahí entra en juego el Código de Buen Gobierno de la CMNV…
El Código de Buen Gobierno son recomendaciones que si una empresa no cumple tiene que explicar por qué no las cumple, ya sea porque cumple un nivel superior, porque no le aplica… En el fondo, el Código de Buen Gobierno intenta que el Consejo de Administración de una empresa vele por el medio y largo plazo, por los intereses de todos los accionistas, no solamente de los grandes, por el bien de la empresa y por el engarce que ésta tiene con la sociedad. Esto es Responsabilidad Social. Ahora, el Código de Buen Gobierno dice que todo esto no puede quedar a la improvisación, sino que tiene que estar fijado en políticas, que tiene que ser responsabilidad del Consejo y que este tiene que estar en posición de informar sobre lo que hace o deja de hacer. Entonces, ya no estamos ante la buena voluntad, sino ante políticas.
Y las empresas que no pertenecen al Ibex 35, ¿en qué situación se encuentran?
La inmensa mayoría de pymes y micropymes sobreviven y cumplen la ley, que ya es un logro. Estas pymes que cumplen la ley, que sobreviven, que generan puestos de trabajo y satisfacen necesidades, que son leales y devuelven lo que no es suyo, están generando país, cultura, riqueza, sociedad… y no saben que son socialmente responsables porque creen que ser socialmente responsable es donar, colaborar con ONG o plantar árboles. Esto es acción social de la empresa, que es muy loable, pero no es RSC. A menudo, la gente piensa que la Responsabilidad Social es cómo me gasto el dinero que me sobra. La Responsabilidad Social es cómo monto un modelo de negocio para ganar el dinero de manera seria y responsable, ética y sostenible.
Cada vez más en el discurso de la RSE se habla de conceptos como negocio responsable o valor compartido. ¿Es una muestra que el mensaje empieza a calar?
De alguna manera sí. Cada vez más se está generalizando la idea de que hay que poner el foco en cómo hacemos las cosas y en qué modelo de negocio tenemos, y no tanto en el por qué me implico en estas cosas. Y en este proceso aparece el concepto de materialidad. Es decir, una empresa que fabrica tornillos tendrá que tener en cuenta el impacto que tiene el acero en su proceso de producción, mientras que empresa cementera tendrá que rendir cuentas sobre cómo está gestionando sus residuos y tener una planta de producción muy buena en lugar de plantar árboles. Si luego quiere organizar una jornada para reforestar un bosque, porque le gusta hacerlo y sus trabajadores se sienten felices y trabajan en equipo, mejor, pero no desenfoquemos el asunto.
Pero todavía hay muchas empresas que plantan arboles…
Y creen que de este modo convalidan las emisiones. Muchas empresas se quedan en lo superficial, en lo epidérmico, y no van al fondo de la cuestión. Esto genera en la gente un escepticismo respecto a la Responsabilidad Social porque lo ven como marketing, como estética y no se lo creen.
Los mensajes tienen que ser creíbles y, por lo tanto, nunca son perfectos. Los directivos de las compañías deben dejar de obsesionarse en si cumplen los tics del listado de las 40 cosas que tengo que tener para salir en la foto como socialmente responsable. No se trata de esto, se trata de ser socialmente responsable, de pensar en el negocio y no solo en la imagen que das.
Habla que las empresas se quedan en la superficialidad. ¿Son mayoritarias?
Son los me too, los followers, no los líderes. En la vida hay pocos líderes y los demás nos queremos parecer a ellos. Está bien que nos emulemos, que tengamos envidia sana, que hagamos benchmarking, que queramos salir guapos en la foto y nos esforcemos por parecernos a ellos, pero esto que ocurre en todos los ámbitos de la vida, también ocurre en el mundo de la empresa. Las organizaciones líderes son pocas y las demás van en proceso. No es una cosa de hoy para mañana, es un proceso de mejora continua. Hace 30 años se hablaba de una empresa excelente como aquella que gana dinero, que tiene buena imagen y reputación, y que tiene a sus trabajadores encantados de trabajar en ella. ¿Existe? No existe una empresa excelente o, si existe, no tiene garantizada la existencia. Tiene que reinventarse todos los días.
Publicado en compromisorse.com