6 marzo de 2015 – Un informe asegura que las mujeres directivas toman mejores decisiones y respetan más la ética empresarial y fiscal que los hombres. Hablamos con varios expertos para descifrar las conclusiones.
Hace dos semanas, la Comisión Nacional del Mercado de Valores presentó el nuevo Código de Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas, que, entre otras cosas, establece diversas recomendaciones sobre la composición, el funcionamiento y la retribución de los consejos. La gran novedad radica en la voluntad del organismo para establecer una cuota mínima de presencia femenina en las empresas que cotizan en el Ibex 35.
Según la CNMV, en 2020 las mujeres deberían representar “al menos el 30% de los miembros de los consejos de administración”. El objetivo resulta bastante ambicioso si tenemos en cuenta que actualmente el porcentaje apenas supera 15% del total. Esta recomendación resulta de lo más oportuna a juzgar por el último estudio publicado por las universidades North Carolina-Wilmington y Wake Forest de Estados Unidos, que concluye que “las mujeres en puestos ejecutivos toman decisiones más ajustadas a las premisas de la ética empresarial y fiscal” que sus colegas hombres. Al parecer, la presencia femenina en posiciones de alta dirección es una garantía de buen gobierno.
El estudio, elaborado tras analizar miles casos de corrupción ocurridos entre 1991 y 2011, asegura no solo que hay más mujeres directivas que rechazan las malas prácticas, sino que una “masa crítica femenina que comprenda al menos el 30% del consejo de administración” puede permitir sacar mayor rendimiento a los beneficios de la diversidad de género (el porcentaje coincide con el sugerido por la CNMV). La idea de que el sexo de los cuadros directivos determina los procedimientos empresariales no es nueva. Es conocida esa cita célebre que defiende que “si Lehman Brothers hubiese sido Lehman Sisters, quizás todo habría ido mucho mejor”. En los últimos años, este comentario lo hemos escuchado en boca de la exconsejera europea de justicia Viviane Reding o la exministra Leire Pajín. Pero, ¿cuán cierta es la idea de que una mujer es más honrada a la hora de tomar decisiones?
Según la profesora Nuria Chinchilla, directora del Centro Internacional Trabajo y Familia del IESE Business School, se trata de una cuestión biológica y cultural. “La mujer, si miramos estudios neurocientíficos, tiene por naturaleza mayor capacidad para anticipar y descubrir necesidades de los otros, así como para construir y tender puentes”, asegura a S Moda. “No hay más que ver el ratio preso-presa de las cárceles, que es 10 a 1”, afirma. En ese mismo sentido se posiciona Pilar Navarro, profesora de derecho administrativo en la universidad Loyola Andalucía y coordinadora del centro de investigación Loyola-Abengoa Research. “No se puede hablar en términos absolutos, pero normalmente las mujeres ejercen su liderazgo centrándose más en aspectos emocionales relacionados con la interacción humana y la colaboración, mientras que el liderazgo masculino se basa en el mando firme, la conducta agresiva y la habilidad de pensar con poca interacción emocional”, defiende. Ahí están como ejemplo los casos de la CEO mejor pagada de Estados Unidos Martine Rothblatt, la directora ejecutiva de Pepsi Co.Indra Nooyi o la directora de operaciones de Facebook Sheryl Sandberg, todas ellas ampliamente reconocidas por su capacidad de liderazgo y su espíritu de cohesión.
No todo el mundo está de acuerdo con las tesis que defienden el sexo como algo determinante a la hora de tomar decisiones. Consuelo León Llorente, directora del Observatorio de Políticas Familiares del IESF, matiza: “Los estudios y las investigaciones en general son capaces de cuantificar lo que la gente hace y lo que la gente dice que hace pero no por qué lo hace. La ética hace referencia a los porqués. Por este motivo me parece sumamente arriesgado llegar a conclusiones como la de este estudio en el que se hace pasar las diferencias de género por encima de la especificidad de cada persona, su estructura motivacional, sus aspiraciones más íntimas y verdaderas, sea hombre o mujer.Existen diferencias –a feminidad y la masculinidad lo son– pero hacen referencia a la toma de decisiones en aspectos como el equilibrio trabajo-familia. Las mujeres prefieren tiempo y flexibilidad, ellos salario y promoción. Pero también esto está cambiando ”. Joanes Mathiuet, CEO de la agencia Mate Comunicación, se muestra categórico: “Realizar estudios sobre las diferencias entre hombres y mujeres no hace más que marcar aún más la brecha entre ambos sexos. Considero a cada individuo responsable de sus acciones y de la aplicación de la ética en el trabajo y en su día a día. La valía, la experiencia y los resultados de cada persona son las características que deberían llevar a la cúspide empresarial, independientemente del sexo”.
Esa cúspide empresarial no cuenta con demasiada presencia femenina en nuestro país. Según un estudio reciente de Atrevia en colaboración con el IESE, “las mujeres suponen el 17,32% del total de consejeros” de las empresas del Ibex 35, un porcentaje que en 2015 ha tenido un repunte del 2,5%. Mientras Banco Santander, FCC o Iberdrola lideran la lista de compañías con más mujeres, otras como Gas Natural Fenosa, Sacyr o Técnicas Reunidas todavía no han incorporado ninguna a sus consejos de administración. Ana Bujaldón, presidenta de la Federación Española de Mujeres Directivas, Ejecutivas, Profesionales y Empresarias (FEDEPE), asegura que el valor de la diversidad de enfoque y experiencia que aportan las mujeres en los cuadros directivos es una oportunidad para las empresas. “Sin diversidad es más complicado crear entornos innovadores y es más sencillo persistir en los errores o ser susceptibles de entender como aceptables determinadas praxis empresariales cuestionables por mero efecto contagio o mímesis”, explica. Pero advierte de que “la ética no responde únicamente al género”, pues el hecho de que existan “ciertos entornos, modelos y valores empresariales, que en los últimos años han estado claramente masculinizados, puede favorecer que surjan ciertas conductas o decisiones que rozan o traspasan la legalidad”.
Además de preservar la ética empresarial y fiscal, la presencia femenina incluso podría revertir en los beneficios. Así lo aseguran otros informes. En el pasado, consultoras como McKinsey o Ernst & Young han certificado que las compañías con un equipo directivo paritario suelen obtener ingresos más altos que las que solo tienen a varones. Y el año pasado por estas fechas, EL PAÍS publicaba un editorial titulado Más mujeres directivas. En él, el diario citaba un análisis del FMI que afirmaba que “si la participación laboral de las mujeres se equiparara a la de los hombres, Estados Unidos elevaría su PIB un 5% y Japón un 9%”. Y no son opiniones, sino datos. Solo queda seguir el consejo que nos ofrece la profesora Pilar Navarro: “A mi entender, lo que aún falta es que las propias mujeres se crean e interioricen que su forma natural de ejercer el liderazgo es tan buena (o más) que la masculina, y que empiecen a crear alianzas y a ejercer su liderazgo sin tapujos, y sin tener que imitar el modelo tradicional masculino”. A juzgar por lo que hemos visto, las mujeres no solo parecen un buen antídoto contra la corrupción. Su presencia, sin duda, ayuda a atemperar los estragos de la desigualdad y la injusticia.