Stephen Covey, el afamado autor de Los 7 hábitos, falleció hace unos días, a los 80 años de edad, tras un accidente de bicicleta hace unos meses. Deja 9 hijos y 56 nietos. Encuentro en MercatorNet una interesante entrada de Andrew Mullins sobre sus aportaciones (aquí, en inglés). Mullins señala que Covey no inventó los siete hábitos, pero sí los explicó y los divulgó, iniciando una serie de libros, algunos escritos por él mismo y otros de otros autores, que explican, en definitiva, algo tan sencillo como… las virtudes. Que eso son los siete hábitos de la gente eficaz.
La ética de las virtudes no es tan atractiva, desde el punto de vista teórico, como otras éticas, que hoy en día tienen mucho predicamento, como la ética utilitarista, que observa solo los resultados, las consecuencias, y se inclina por las conductas que llevan a un mayor saldo de efectos positivos sobre los negativos. Lo cual está muy bien, si los efectos se acaban en las consecuencias externas. Pero no se acaban ahí: cada vez que actuamos, aprendemos, cambiamos,… desarrollamos nuestros hábitos, nuestras virtudes. Y esto nos ayuda a tomar buenas decisiones futuras, si los hábitos son buenos, y malas, si son malos (vicios). El utilitarismo es más atractivo si queremos obtener resultados; por eso nos gusta tanto a los economistas. Pero la ética de las virtudes nos ayuda a ser mejores personas. Lo cual no es sencillo, ni directo, ni fácil de explicar.
Es frecuente que la ética de las virtudes se identifique con la ética de las intenciones. Y, claro, tiene mucho que ver. Pero me parece que lo que define la ética de las virtudes es la adquisición de hábitos, el aprendizaje, el desarrollar nuestra capacidad de ser mejores personas. Y esto no quiere decir responder a un criterio objetivo externo, sino que coincide con el desarrollo de nuestras capacidades para hacer cosas buenas, para tomar, siempre, mejores decisiones. De ahí el acierto de Covey, que Mullins señala, citando un párrafo del propio Covey: “No basta tener valores sin visión; tú quieres ser bueno, pero quieres ser bueno para algo. La visión sin valores puede crear un Hitler. Una declaración de misión capaz de dar fuerza a las personas se ocupa tanto del carácter como de la competencia; lo que quieres ser y lo que quieres hacer en tu vida”.