Por: Domènec Melé
La encíclica Laudato Si (2015) del Papa Francisco, dirigida a todos los habitantes del planeta (3) incluye muchos temas conocidos de ética medioambiental pero incluye también aspectos innovadores respecto a la literatura convencional. Sin ánimo de ser exhaustivo, sintetizo algunas ideas que me parecen significativas, también pensando en la empresa (entreparéntesis los números de referencia de la encíclica).
Las cinco primeras son conceptuales. Explicitan cómo el Papa entiende la ecología y la filosofía de fondo que subyace en sus propuestas.
- La Tierra es nuestra casa común dónde habita la familia humana (1, 52). No es, pues, simplemente un gran ecosistema en el que estamos inmersos y que se debe cuidar en interés de todos. La idea de casa indica un espacio querido y compartido, dónde la familia convive y que siente como algo propio, con la responsabilidad de cuidar y mantener en condiciones agradables. En esta “casa común” quien habita es la humanidad que el Papa no duda en calificar de “familia humana”.
- Los problemas ecológicos incluyen al ser humano. Son problemas ecológicos la creciente contaminación del aire, de las aguas y del suelo, la acumulación de basura y la cultura del descarte, el cambio climático, la escasez de agua y la perdida de la biodiversidad, pero también la destrucción del ambiente humano, con problemas de deterioro de la calidad de la vida humana, degradación social, la inequidad mundial y el debilitación de las relaciones humanas (5, 16, 20-59, 152). No puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos. (91)
- La naturaleza ha de ser vista como creación y un libro dónde Dios nos habla; un libro espléndido que nos refleja algo de la hermosura y bondad de Dios (12, 117, 138). Un proyecto del amor de Dios donde cada criatura tiene un valor y un significado y donde todos los seres están interconectados (76, 240).
- En los problemas ecológicos hay responsabilidad humana: hay pecados contra la creación (6, 8). La cultura y las estructuras socioeconómicas tienen también su influencia pero, en último término, los problemas ecológicos dependen de la conducta de las personas (6). La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes (2)
- Existe una íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta (16). Son los pobres a quienes más afectan la contaminación, la escasez de agua, la explotación desmesurada de recursos naturales y los basureros descontrolados (20, 25, 29, 48, 51).
Las tres siguientes son de carácter normativo:
- Hay un orden natural en el medio ambiente y en la vida humana que debe ser respetado (20). La tierra nos precede y nos ha sido dada; el ser humano, dotado de inteligencia, debe respetar las leyes de la naturaleza y los delicados equilibrios entre los seres de este mundo (68). El Papa sugiere que es el momento de volver a prestar atención a la realidad con los límites que ella impone, que a su vez son la posibilidad de un desarrollo humano y social más sano y fecundo (116).
- La tierra es esencialmente una herencia común y sus frutos deben beneficiar a todos (93). Una correcta comprensión de la Biblia lleva a vernos como administradores responsables de la creación y no como propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla en búsqueda de los propios intereses (2, 116). La preocupación por las futuras generaciones, y la consiguiente solidaridad intergeneracional ha de armonizarse con la solidaridad intrageneracional con los desfavorecidos actuales (159).
- Es preciso reconocer una “deuda ecológica”, particularmente entre el Norte y el Sur, generada a lo largo del tiempo con daños ecológicos locales relacionados con exportaciones de algunas materias primas, con desequilibrios comerciales y con la contaminación global creada por países desarrollados.
Por últimos, cuatro ideas a modo de criterios de acción:
- Es necesario promover una “ecología integral” –ambiental, económica y social– (5, 16, 124, 138ss). Las situaciones no puede ser analizadas aisladamente, sólo aislando uno de sus aspectos, porque el libro de la naturaleza es uno e indivisible. La ecología integral, que ha de ser vivida con vivida con alegría y autenticidad, comprende el ambiente, la vida, la sexualidad, la familia, las relaciones sociales, etc. (6) y, particularmente, el valor del trabajo (124).
- Hace falta recuperar una visión profunda de la naturaleza y reconocer el valor propio de cada criatura (14, 16, 60, 113, 144), trascendiendo el lenguaje de las matemáticas o de la biología, contemplado la naturaleza y conectando con la esencia de lo humano (11). Las normativas uniformes y las intervenciones técnicas, sin más, resultan insuficientes (144).
- Las soluciones ecológicas han de incluir diálogo, actuaciones tanto institucionales como personales y el recurso a la cultura y a la espiritualidad (14, 142, 163). El aspecto social alcanza progresivamente las distintas dimensiones que van desde el grupo social primario, la familia, pasando por la comunidad local y la nación, hasta la vida internacional. Las actuaciones individuales incluyen pequeñas acciones cotidianas, educación, creatividad y presión sobre quienes detentan el poder político, económico y social (211, 181, 206). También es necesario acudir a las diversas riquezas culturales de los pueblos, al arte y a la poesía, a la vida interior y a la espiritualidad (63).
- Hace falta una auténtica “conversión ecológica” y apostar “apostar por otro estilo de vida” (203-208; 216ss), sin obsesionarse por el consumo (222). La conversión ecológica ha de llevar al creyente a desarrollar su creatividad y su entusiasmo, para resolver los dramas del mundo, a entender su superioridad no como motivo de gloria personal o de dominio irresponsable, sino como una capacidad diferente, que a su vez le impone una grave responsabilidad que brota de su fe (220). El camino pasa por recuperar la serena armonía con la creación, reflexionar acerca de nuestro estilo de vida y nuestros ideales, contemplar al Creador, que vive entre nosotros y en lo que nos rodea (225).
Esta síntesis es, sin duda, muy apretada y muchos puntos requerirían una exposición y análisis más detenido pero, como introducción, confío que pueda servir.