El Ministro Wert ha presentado esta semana el Anteproyecto de ley orgánica para la mejora de la calidad educativa que pasará a la historia como el borrador 2de la LOMCE. Pasará a la historia como borrador 2 porque lo importante en esta reforma están siendo las rectificaciones y evolución de los borradores. Merece la pena prestar atención a los cambios porque el espectáculo político e ideológico ha comenzado.
La reacción irreflexiva de la oposición, de algunos consejeros autonómicos, ciertos grupos de poder mediático y la simplificación en cuestiones de política lingüística están impidiendo intencionadamente un análisis sereno del nuevo texto. Insisto, lo importante tampoco será este borrador 2 sino el texto final que se someterá a debate en los próximos meses.
Si algún lector ha tenido la paciencia de leerse el borrador anterior y aprovechar el día de la Constitución para leerse el nuevo, habrá comprobado algo que salta a la vista desde en la exposición de motivos: el primer borrador era fruto de técnicos en ingeniería social que no habían pisado un aula en su vida y el segundo borrador es un espectacular ejercicio de plateresco educativo. El segundo borrador ha conseguido camuflar desafortunadas expresiones que aparecían en el primero.
En las casi diez páginas del segundo borrador no han desaparecido las expresiones de torpeza pedagógica cuando describían la educación como “motor”, atendían al lenguaje tecnocrático del crecimiento económico, rendición de cuentas, implementación, ventajas competitivas y, lo que pasará a la historia de la educación española como el cáncer instrumentalista y positivista de nuestros gestores: medir la calidad en términos de inputs-outputs, como si la educación se identificase con una cadena de montaje.
Menos mal que han camuflado este lenguaje con una brillante exposición de motivos. Se siguen cometiendo graves errores pedagógicos y éticos como creer que la mejora de la flexibilidad curricular, la empleabilidad o el estímulo de la actividad empresarial tiene que hacerse a costa de una sólida formación humanística. Incluso conceptuales porque sin formación integral de la persona pretenden ciudadanos formales. Con independencia de cómo termine organizándose y cómo se vayan produciendo las negociaciones, el nuevo documento apunta en cierta dirección correcta: talento, equidad, autonomía de centros, autoridad de directores y flexibilidad evaluable. Acertar y rectificar son caras de la misma moneda. No esperen que les apliquen la máxima de Fraga: “solo aciertan cuando rectifican”. Podéis ver el artículo completo en Las Provincias, 7 de Diciembre de 2012.