Por Domènec Melé
Crece la sensibilidad en la importancia de la ética en la investigación en estudio de organizaciones y dirección de empresas y en las ciencias sociales. Más aún en otros campos como la biológica y la medicina, en cuyo recuerdo late el uso de cobayas humanas en los campos de exterminio nazis y el estudio clínico conocido como “experimento Tuskegee” por el nombre de la ciudad de Alabama dónde se llevó a cabo entre 1932 y 1972.
Este último ilustra una conocida norma ética para la investigación, aplicable también en ciencias sociales: el consentimiento informado de los investigados
En el experimento Tuskegee participaron 600 aparceros afroestadounidenses, en su mayoría analfabetos, entre ellos 399 infectados con sífilis (el resto sirvió como referencia comparativa). El objetivo era observar la progresión natural de la sífilis si no era tratada y verificar si esta enfermedad podía llevar a la muerte. En lugar de informar a los enfermos de su diagnóstico y tratarles con penicilina, conocida desde 1947 y eficaz contra la sífilis, se les notificó que tenían “mala sangre” (un término local para referirse a enfermedades que incluían la sífilis, la anemia y la fatiga). Les dijeron, además, que si participaban en el estudio recibirían tratamiento médico gratuito, transporte gratuito a la clínica, comidas y un seguro de sepelio en caso de fallecimiento.
Casos como esos ponen de relieve la importancia de normas deontológicas para la investigación. Sin embargo, reducir la ética de la investigación a normas y deberes no es el único paradigma posible.
Pienso que existen, por lo menos, tres paradigmas para integrar la ética en la investigación que trataré de sintetizar aquí.
- Paradigma positivista. Es el paradigma dominante durante años basado en la idea que la experimentación científica es éticamente neutra, por estar orientada a la observación y medida de datos y considerar la ética reducida a valores subjetivos. El soporte ideológico de este paradigma fue primero el positivismo del siglo XIX y después, y con mayor rigor, el positivismo lógico del Círculo de Viena desarrollado aproximadamente entre los años 1920-1930. Esta escuela de pensamiento, que separa los hechos medibles de los valores, ha sido severamente criticada entre otros por Karl R. Popper, Thomas S. Kuhn y Hylary Putnam. Sin embargo aún está presente en algunos ambientes. Por lo demás, hay situaciones escandalosas, como el experimento Tuskegee, que ponen en entredicho la idea que la ética se reduzca a valores subjetivos. Engañar a personas sencillas y sin capacidad de defensa y prolongar su enfermedad y sufrimineto en lugar de curarlas en aras de la ciencia, no es una cuestión de valores subjetivos, sino una absoluta fata de respeto a la persona.
En este paradigma la ética sencillamente no tiene cabida. A lo sumo se podría averiguar empíricamente que valores tienen los investigadores, pero eso más que una prescripción de lo que se debe hacer es una descripción de una situación. La lógica exige no deducir prescripciones de descripciones. Lo que se hace, aunque sea la mayoría, no significa que sea lo correcto.
- Paradigma deontológico. En está paradigma sí tiene cabida la ética a modo de deberes, y de aquí el nombre (en griego deón significa deber y también “lo que es necesario”). Los deberes, a modo de requerimientos obligatorios o de prohibiciones, se añaden a la investigación.
Es el paradigma generalmente adoptado por códigos éticos para la investigación como la Declaración de Helsinki para investigaciones médicas o el Código ético de la Academy of Management para investigaciones en dirección de empresas. Contienen normas consensuadas por asociaciones profesiones inspirados en teorías éticas basadas principios y declaraciones internacionales de derechos humanos.
- Paradigma humanista. Incluye principios, normas y deberes, pero como algo derivado. Este paradigma se centra en procurar el bien humano, inherente en toda actividad llevada a cabo por personas y orientado a personas. En primer lugar considerando la persona y su dignidad como bien fundamental y todos los bienes que incluye el florecimiento humano o desarrollo en humanidad. En ellos se incluye la verdad, cuya búsqueda es fundamental en toda investigación, la justicia, como voluntad de dar a cada uno los que le corresponde, esto es sus derechos, y la solidaridad que lleva a buscar el bien común de todos y a orientar la investigación al servicio de la humanidad. El bien humano es una intuición fundamental que conlleva deberes y, ante todo, el principio fundamental de buscar y hacer el bien y evitar el mal.
Actuar de acuerdo con este principio lleva a desarrollar disposiciones estables, que tradicionalmente denominamos virtudes morales. El paradigma que denomino humanista, por abarcar al ser humano en su totalidad, es un paradigma que incluye los tres elementos propios de una teoría ética completa: bienes (valores éticos objetivos), principios (y sus correspondientes normas) y virtudes.
Aplicar el paradigma humanista en la investigación exige considerar no sólo normas, sino también su fundamentación en los bienes de la persona y las virtudes anexas a desarrollar en la hermosa tarea de investigar.