Por Joaquín Garralda
Un bien público es aquel que en principio satisface una necesidad de interés general, pero que su consumo no es excluyente (que un ciudadano lo consuma no impide su consumo por otro ciudadano). Por tanto, ante este tipo de bienes las personas no están inclinadas a explicitar su “esquema de indiferencias”; es decir, a indicar el precio que estarían dispuestas a pagar por su consumo. Los clásicos ejemplos de los faros en la costa, la justicia o la policía, entran dentro de esta categoría.
Realizar las tareas de RSC dentro de una empresa, es en cierto sentido como suministrar un bien público para su consumo por los distintos departamentos. Se suele producir el mismo efecto ya que ninguno quiere decir lo que estaría dispuesto “a pagar” o si lo está “consumiendo” en su provecho. Para muchos directivos de la empresa, saber que está ahí, que hay “alguien que se ocupa” de la RSE, es una sensación agradable por si ocurre algún problema o se produce una crítica externa, pero ayudar a su desarrollo o reconocer su aportación, es otro cantar.
En esta línea, se comprende el sentimiento que tienen los responsables de RSC de ser un/una “misionero/a” que se apoya fundamentalmente en sus propios valores, y que muchas veces recibe frases “políticamente correctas” como toda motivación. Pero navegando en una noche de tormenta, el riesgo crece y la luz del faro tiene mucho valor; en la empresa, si falta esta persona… el riesgo crece.
Joaquín Garralda
Tesorero de EBEN – España